Un beach club al más puro estilo ibicenco, lleno de gente guapa internacional donde ¡oh sorpresa! se come razonablemente bien. Para bailar, beber y disfrutar de un pescado a la parrilla.

DIRECCIÓN: Playa del Cable Marbella (MÁLAGA) .ESPAÑA

CONTACTO: 952 76 50 80   [email protected]   http://www.playapadre.com


PRECIO MEDIO: De 70 € a 90 €

TIPO DE COCINA: Mediterránea


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JEFE DE SALA Rey Giarmon


APROPIADO PARA: Para ir en pareja, Con amigos, Al borde del mar, De moda

TIPO DE DECORACIÓN: Rústica



Julia Pérez Lozano
Licenciada en Ciencias de la Información por la UCM. Especialista en gastronomía. Autora de numerosos libros y guías. Trabaja con lo que más le gusta: las palabras y los alimentos.
VALORACIÓN 6/10

Playa Padre Marbella no es un restaurante de playa al uso. Tampoco es barato. En realidad, nada en este lugar es convencional. Parece que en Marbella todo lo bueno está escondido y Playa Padre lo está. Para llegar al paraíso (la playa del Cable es la mejor de la ciudad) hay que atravesar un polígono industrial. Menos mal que recogen el coche y se ocupan de él. En este insólito recodo de la costa, aparece como un espejismo una inmensa cabaña a lo Robinson Crusoe, decorada con gusto exquisito. Un espacio super chulo, con una excelente selección musical y sesiones de DJs en directo; una puesta en escena estudiada al milímetro. Ideada para atraer al público cosmopolita y adinerado que visita Marbella, tal vez por eso la carta solo está en inglés. Pero la sorpresa, la noticia, lo inaudito es que ¡se come razonablemente bien! Al menos de momento.

(Esta crítica fue escrita hace un año, en 2020. En la actualidad parte del equipo  ha cambiado y puede que el nivel culinario no sea el mismo que cuando lo visitamos)

 

Interior del comedor Playa Padre

 

Gente guapa que ríe y disfruta

En estos lugares -en Ibiza hay decenas- la gastronomía nunca es una prioridad. Playa Padre Marbella  apostó por la cocina al fichar al cocinero Franco Franceschini, ex chef del restaurante Casani. Joven argentino, descendiente de italianos, afincado en Marbella desde hace años, con currículum internacional. “Una buena parte de los socios del grupo Mosh somos de Marbella, españoles a los que nos gusta comer bien, que hemos viajado por el mundo viendo cosas que queremos traer a nuestra ciudad. La buena música no está reñida con los pargos a la brasa (risas). Queremos ser distintos, ofrecer una experiencia amplia. Que la gente se lo pase bien en la playa, con el ambiente, la música, la bebida… La comida es una parte importante de la ecuación. El servicio también.” Explica Antonio Padilla, uno de los fundadores. Tal vez por eso los camareros son chicos y chicas políglotas, guapos, simpáticos y bronceados, que de no ser por el uniforme se confundirían con la clientela.

 

Franco Franceschini en primer plano y su ayudante parrillero tras él

 

 

Platos de moda y algo más

Mantener las distancias en tiempos de Covid es necesario, pero difícil, sobre todo cuando los amigos se reencuentran y surge la fiesta. Aún así el personal hace uso de las mascarillas y las mesas guardan, a duras penas, las distancias. El código Bidi de la mesa esconde la carta. Aunque el nombre del local y las calaveras del logo remiten a México (allí algo “padre” es algo buenísimo) la comida no es mexicana, aunque haya especialidades de allá. Es una mezcla de “platos tendencia”, con querencia mediterránea y guiños internacionales: Japón, Perú, México, Argentina, Oriente Medio. La moda manda, así que el juego anda entre niguiris, hummus, guacamole y costillas de wagyu. Sin embargo, lo más interesante se esconde en la parrilla, en los pescados del día, donde aparecen las urtas, las lubinas o los pargos que se tarifan al peso (60-80 euros kilo). No falta el atún.

 

Urta antes de pasar por la parrilla

Comer picando

Lo mejor es pedir varios entrantes y un principal hecho a la brasa.  Aunque también funciona un menú sólo de entrantes. Son aceptables los “calamares de verdad” (17€), fritos a la andaluza y ricas, pero muy potentes las empanadillas criollas (13€) bien fritas, sin gota de grasa residual.

 

Batería de entrantes

 

Magníficas las “alitas padre” (22 €), alitas de pollo maceradas, muy tiernas y con el agradable contraste de las hierbas frescas.

 

Alitas Padre

 

Sin embargo, decepciona el guacamole (10€), porque los aguacates son insulsos y además está soso. Solo el picante se percibe, hasta el punto de hacerlo incomestible. Por suerte el hummus (16€) alcanza un nivel magnífico, tanto el tradicional que se sirve con garbanzos fritos para dar un toque crujiente, como el de calabaza, mezcla acertadísima de la que no se debe prescindir.

 

Hummus de calabaza con sus pipas

Estupendos los panes que se sirven con el hummus una mezcla entre la pita y panes indios cocidos en horno tandoor. Además, hay una pequeña selección de platos vegetales que enganchan con las tendencias actuales: ensalada de kale (18€), orgasmo de remolacha (13€), ensalada del huerto (15€)…

La oferta de  Playa Padre Marbella se completa con alguna pasta, ostras por unidades a cinco euros (buena idea para tomarlas con una copa de champán a modo de aperitivo o tentempié) y  trece propuestas de sushi, sashimi y rolls (entre 7-18€), con un arroz muy conseguido.

 

La magia de la brasa

Los principales salen de la parrilla. Además de una selección de cortes argentinos como el asado de tira de wagyu (80€/kg), excesivamente graso para mi gusto, pero que desata el furor de la clientela de casi todos los locales, ofrecen Ojo de bife con hueso (90€/kilo) y entrecot  (30€) de vaca . Lástima que la hamburguesa (26€) también sea de wagyu. Teniendo magníficas razas europeas no se entiende este afán por la carne nipona (en su mayoría criada fuera de Japón) que no aporta más que grasa. El pollo enchipotlado (25€) es una buena opción para no salirse del presupuesto.

 

Asado de tira de wagyu y urta a la parrilla

 

El capítulo de pescados a la parrilla es interesante, siempre que los parrilleros no se despisten con el punto y lo sirvan demasiado hecho, algo que acostumbrados a tanto público extranjero tendrán que vigilar. Las piezas son de calidad y el precio está en consonancia.

 

Buenos postres pero pocos

Los postres (solo tres a 10€)) mantienen el buen nivel, algo llamativo. Delicadas las fresas Sophie, en honor a la hermana del cocinero y contundente el tarrito de chocolate con pistacho. El plato de frutas (25€ el pequeño y 69€ el grande) es una opción para compartir, o casi para comer si se está a dieta.

 

Tarritos de Fresas Sophie y Chocolate con pistacho

 

La bodega está más enfocada a vender copas que a acompañar la comida. La lista de vinos es corta e inlcuye referencias españolas, francesas e italianas. Se puede encontrar alguna botella por menos de 30€. Donde llega el desmadre es en la lista de los champanes que alcanzan precios astronómicos (130 € botella de Moët Chandon) pero habituales en este tipo de locales. Ofrecen una selección de alcoholes (sobre todo vodka) y cócteles (desde 15€). Para acompañar la comida lo más divertido es pedir una jarra de sangría (40€) o una de tinto de verano (30€).

Solo abren de día: de 11 de la mañana a 8 de la tarde; salvo jueves y domingos que hay fiesta a partir de las 20h. Para comer no se exige consumo mínimo por mesa, algo habitual en los clubes de playa, solo reservar con antelación. A partir de las 17h el volumen empieza a subir y la gente a bailar. Después de comer ¡Fiesta!

 

Aprende a escribir una crítica gastronómica 

1 Comment

  1. Simon el 11 julio, 2020 a las 00:33

    He comido un par de veces en Playa Padre y la experiencia a sido muy positiva,

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