"Aunque la virgen sea blanca, píntame angelitos negros / que también se van al cielo todos los negritos buenos", cantaba Antonio Machín en uno de sus boleros más famosos. Suficiente para inspirar a Jesús Peña, propietario de la bodega toresana La Casa Maguila, que ha decidido bautizar a su vino más sencillo y asequible Angelitos Negros, un "tintito bueno y humilde", que diría Machín, hecho con tanto amor como el mejor.
El bodeguero Peña tiene por costumbre llamar a sus vinos con nombres de canciones; en particular, de boleros. Lo ha hecho antes con el tinto Cachito Mío, y lo hará también con el que está pergeñando en estos momentos y que verá la luz antes de fin de año. Hay que decir que no se trata de una idea peregrina: es una manera de transmitir las sensaciones y emociones que se esconden en el interior de una botella.
En el caso de Angelitos Negros 2013, el nombre –y el peculiar diseño, con unos angelitos con bombín que parecen salidos de la City londinense– sugiere el perfil de un tinto joven, desenfadado y honesto, que tras una crianza de seis meses en barricas de roble expresa con nobleza la riqueza frutal de la variedad tinta de Toro, con exuberantes aromas de arándanos, moras y violetas y una boca fresca y equilibrada, que invita a repetir el trago.
Un vino humilde, sí, pero que también merece el cielo, como los negritos de Machín.
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