Conde de Aldama es un vino blanco que rompe con estereotipos en tiempos signados por una rigurosa observación del origen.
Pero aún cuando los vinos de pueblo, de parcela, de paraje sean argumentos orientados a enfocar la identidad del territorio, no tienen por qué considerarse como el único enfoque posible para dar lugar a vinos atractivos, capaces de desatar emociones.
No son muchos los enólogos y viticultores que se atreven a experimentar saltándose los protocolos del origen. Entre otras cosas, porque ello implica contradecir las tendencias del mercado y omitir los reglamentos que imponen los funcionarios, en buena medida.
Pero nunca falta algún valiente. Es el caso de Yuste, la bodega sanluqueña que ha pergeñado este blanco insólito en el que confluyen dos grandes territorios vinícolas de Andalucía: Moriles Altos, una de las dos zonas de calidad superior de la provincia de Córdoba, donde la variedad pedro ximénez ofrece su mejor expresión; y Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, donde el vino se cría en bocoyes envinados de manzanilla, en un ambiente beneficioso para el desarrollo del velo de flor.
Si bien Francisco Yuste, propietario y fundador de esta bodega asentada en Sanlúcar desde 1989, tiene el mérito de haber lanzado un vino tan singular como este blanco Conde de Aldama PX, sin duda no lo hubiera hecho sin contar con un enólogo cordobés, Miguel Villa. El técnico que inspiró el proyecto siguió de cerca la evolución del vino. «A los pocos días de recibir el vino desde Moriles, comprobamos en la bodega que estaba desarrollando asombrosamente el velo de flor», explica Villa.
Miguel Villa, enólogo de Bodegas Yuste
El enólogo puntualiza que la crianza biológica de Conde de Aldama PX se prolongó «durante ocho meses, en unas condiciones idóneas para este tipo de crianza, como las que tenemos en esta localidad, junto a la desembocadura del Guadalquivir y al Parque Nacional de Doñana, con la influencia del viento de Poniente».
Así es como este PX cordobés adquirió un acento sanluqueño, herbáceo, floral y marcadamente salino, con un paladar afilado, amplio y persistente. Es un vino mineral, muy andaluz, que no se parece a ningún otro.
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