Ojo Gallo 2017, Torremilanos resucita el clarete de la Ribera del Duero

Aunque hoy sea mundialmente conocida como región de grandes tintos, la Ribera del Duero fue hasta hace no mucho –poco más de 30 años– tierra de claretes.

Luego de que, hacia 1986, un pequeño grupo de bodegueros visionarios se confabulara para crear la D.O. y reconvertir la producción hacia los tintos de tempranillo (allí denominada tinta del país, o tinto fino), los claretes ribereños fueron borrados de un plumazo del prontuario de la nueva región y cayeron en el cajón del olvido.

Uno de aquellos viticultores que sentaron las bases del éxito de la Ribera del Duero como origen de grandes tintos fue Pablo Peñalba. Paradójicamente, hoy es su hijo Ricardo quien viene a reivindicar al defenestrado clarete con el flamante lanzamiento de Ojo Gallo 2017.

Para mayor confusión, la novedad llega precintada por el Consejo Regulador de la D.O. como “vino rosado”, ya que –aquí otra gran paradoja– Ribera del Duero no contempla el clarete entre sus categorías oficiales. Aunque dicen que todo llegará…

En cualquier caso, para ahorrar dudas y esclarecer conceptos, señalaremos en este BAR las diferencias esenciales entre rosado y clarete:  el segundo resulta de la vinificación conjunta de uvas tintas y blancas, mientras que el rosado suele elaborarse solo con tintas (a veces, incorporando una pequeña proporción de blancas), a través del método de sangrado (breve maceración de los hollejos en el mosto) o por prensado directo, obteniéndose el color por la pigmentación que se produce por la presencia de los hollejos en este proceso.

Dicho esto, hay que aplaudir a la familia Peñalba por resucitar este vino olvidado en clave purista: con tempranillo, viura y otras variedades típicas del viñedo de Aranda de Duero cultivadas bajo principios biodinámicos (Ojo Gallo 2017 está certificado por la organización Demeter) y sin añadido de sulfitos, por lo que también es un vino natural.

Los ocho meses de crianza en barricas –usadas, seguramente- redondean el carácter de este clarete, que es pura fragancia de frutas rojas, viva acidez y arrebatadora frescura. Un vino para beber a diario… ¡y a litros!

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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