Monte la Reina es una de esas bodegas que pueden pasar desapercibidas para los enómanos más esnobs, aunque sin embargo elaboran vinos de calidad más que apreciable.
Se trata de una de las fincas más notables de la comarca de Toro, que se extiende a través de 1400 hectáreas, aunque el viñedo ocupa unas 300 hectáreas.
La propiedad debe su nombre una concesión real del siglo XI, por la que la corona de Castilla otorgó al pueblo de Toro el privilegio de la explotación del Monte en agradecimiento a su fidelidad y apoyo. Posteriormente, ya en siglo XIX, el primer conde de Villapadierna desarrollaría la finca, construyendo también el palacio neogótico que alberga el actual hotel de enoturismo de Monte la Reina.
Carolina Inaraja, en el viñedo de Monte la Reina
Tanto este castillo, como el resto de la finca, fueron rehabilitados por José Inaraja de la Calle, el agricultor vallisoletano que adquirió la propiedad en 1983.
Su hija Carolina Inaraja es quien se ocupa hoy principalmente de la bodega, que produce anualmente cerca de un millón de botellas. En este volumen, los vinos blancos están ganando cada vez mayor protagonismo. Lo cual sin duda sintoniza con las tendencias del mercado.
Los blancos que produce Monte la Reina están protagonizados principalmente por la variedad verdejo, que también ofrece en la comarca de Toro una intensa expresión. Pero hay una interesante excepción: el Salvaje que hoy aquí nos ocupa, blanco compuesto exclusivamente por chardonnay.
Viñedos de Monte la Reina en Toro
El primer blanco de chardonnay del que tengamos noticia en Toro nace de un viñedo de 5 hectáreas que posee la familia Inaraja. No está certificado por la D.O. Toro porque la esta uva no está contemplada en el reglamento de su Consejo Regulador.
Sin embargo, es evidente en que también en esta zona la variedad blanca más extendida en el mundo también encuentra las mejores condiciones para ofrecer vinos de notable calidad.
El caso de Salvaje es elocuente. En su añada 2024, este blanco se distingue por una expresión varietal fresca y fragante, con una acerada acidez, notas cítricas, de fruta blanca de hueso y recuerdos florales.
El secreto del encanto de Salvaje 2024 viene dado, en gran parte, por su moderada crianza en barricas, que no se extiende más tres meses en botas de 500 litros, de tal modo que los rasgos propios de la variedad no queden ocultos por las notas especiadas de la madera.
En síntesis, un blanco de chardonnay que bien vale la pena probar. Como otros vinos elaborados con la misma uva que hemos catado recientemente, Salvaje 2024 demuestra que la uva borgoñona también tiene su lugar en el diverso concierto de los nuevos blancos españoles.
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