¿Un vino con tapón de gaseosa? Si, todo es posible cuando se trata de La Calandria, la joven bodega nacida para reivindicar la garnacha en un territorio –Navarra– donde fue reina y luego ninguneada, desplazada por la chardonnay, merlot, cabernet sauvignon y otras uvas globalizadas.
Y digo que todo es posible porque el proyecto capitaneado por Luis Fernández, Javier Continente y Luis Remacha alberga tanta pasión garnachera como desparpajo. Así, La Calandria es capaz de presentar bajo su sello vinos producidos a partir de cepas que crecen no sólo en Navarra, sino también en Aragón (el tinto Tierga), vestir sus botellas con etiquetas de estética rompedora e incluso incorporar un tapón heterodoxo (como aquel de las viejas botellas de La Casera), por encima del corcho, para su vino más joven, Volandera, el que aquí nos ocupa.
Se trata de un tinto de maceración carbónica absolutamente exuberante, muy distinto a los que ya conocemos de Rioja, con una expresión fresca, natural y muy golosa de las viejas cepas de garnacha que crecen en la localidad de Cintruénigo.
Volandera 2012 es pura fruta roja embotella. Más que un vino, una golosina. O un refresco, si se sirve fresquito, claro.
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