Poco a poco, la bodega riojana Barón de Ley comienza a desmarcarse de su imagen tradicional de productora de vinos para supermercado y para ello se aboca a dar a luz otros de perfil novedoso. El flamante Siete Viñas es uno de ellos: quizás el único tinto del mercado que nace de un assemblage de las siete variedades autóctonas de Rioja. Cuatro de ellas son tintas (tempranillo, graciano, garnacha y mazuelo); las tres restantes, blancas (viura, malvasía y garnacha blanca).
Aunque pueda parecer que la combinación de tantas variedades surja del capricho de un enólogo obsesionado en buscar la quinta pata al tinto riojano, Siete Viñas es más bien un homenaje a la tradición, ya que nace de un viñedo viejo, de más de 70 años, en el que las siete variedades conviven sin orden aparente, tal como era habitual en los viñedos de antaño.
Vinificado en cuatro partidas distintas (con diferentes temperaturas y tiempos de maduración), que fueron criadas durante 36 meses en barricas, el conjunto acabó de ensamblarse descansando en un foudre francés de 10.000 litros, durante un año.
El resultado es un tinto serio, profundo, bien vestido de un intenso color granate. La nariz es compleja, con buenas sensaciones frutales y especiadas pero una presencia de roble quizás demasiado evidente. Y el paso por boca es elegante y armónico.
En cualquier caso, un paso adelante para sacudirse los estereotipos respecto a Barón de Ley.
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