No es necesario ser un experto en cuestiones vinícolas para confirmar una realidad inapelable: los vinos burbujeantes (como este Con Altura Pét-Nat 2024) incrementan su atractivo en la misma medida que el calor ambiental va tornándose cada vez más sofocante. Y no solo porque contribuyen a apaciguar la sed, sino quizás también –y esto deberán demostrarlo los científicos, si pueden– porque los espumosos tienen una mágica virtud reconstituyente, especialmente en los momentos más tórridos y aciagos. Como muchos bien sabemos.
Y esta bendita propiedad no solo atañe a los majestuosos champagnes. Tampoco es exclusiva de otros célebres vinos burbujeantes que se producen en el ancho mundo, entre los que se cuentan el cava, los prodigiosos elaboradores reunidos en torno a la marca de calidad Corpinnat, el resto de los productores de espumosos del Penedès amparados en otras denominaciones –Conca del Riu Anoia, Classic Penedès–, así como muchos otros que elaboran sus vinos en diversas comarcas del viñedo español, en Italia (Prosecco, Franciacorta, etc), Francia, Alemania, Austria, Argentina… ¡También los excelentes espumosos ingleses de nueva generación!
Completar un listado global de vinos burbujeantes se antoja una tarea engorrosa. Aún más ahora, cuando el universo de los espumosos se ha ampliado y diversificado con el aporte de los vinos elaborados con el método ancestral.
La producción de espumosos por este método se ha extendido hasta tal punto en el viñedo global en los últimos años que lo que en principio se consideró como una tendencia hoy se ha normalizado como una práctica habitual en muchas regiones.
Los vinos ancestrales, generalmente relacionados con viticultores de nueva generación que apuestan por la menor intervención en los procesos agrícolas y de vinificación, tienen el brillo de lo novedoso. Aunque ciertamente el método ancestral para la producción de espumosos es más antiguo que el de Champagne. Fue desarrollado por los monjes benedictinos franceses del entorno de Limoux a partir de 1513.
Al contrario que los espumosos de Champagne y otras regiones, los ancestrales –también llamados pét-nat (acrónimo del francés pétillant-naturel)– completan su única fermentación en la botella, por lo que llevan un tapón corona (el mismo de las cervezas y los refrescos de toda-la-vida). Su aspecto, generalmente turbio, revela que no han sido sometidos a un proceso de degüelle para eliminar los restos de levaduras.
Uno de sus principales atractivos es su diversidad: se elaboran con variedades variopintas. Las uvas locales suelen imponerse, cuando no el capricho del viticultor.
Rosalía Molina de Altolandon, viticultora en Manchuela
Es el caso del pét-nat que hoy aquí nos ocupa: Con Altura 2024. Incorporación más o menos reciente a la gama de Altolandon, el proyecto que emprendieron a principios de este milenio Rosalía Molina y Manolo Garrote en el municipio de Landete, en las cotas más altas de la comarca vinícola de Manchuela.
El carácter fragante de este singular ancestral manchego viene dado en buena parte por la nítida expresión varietal de la moscatel de grano menudo que Rosalía y Manolo cultivan a 1.100 metros de altitud. En estas condiciones, la moscatel afila con precisión una acerada acidez, a la vez que modera su grado alcohólico.
Al igual que en el resto de los vinos de Altolandon, en este espumoso natural –sin sulfitos añadidos– la mano de sus mentores se hace evidente en el perfil franco y honesto de Con Altura 2024, que apunta matices florales, de fruta blanca, una boca ágil, de trago fácil, ligero, con un acento sutilmente amargo en el final que le añade aún más atractivo.
Definitivamente, otro pét-nat que bien vale la pena descubrir en estos días tórridos.
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