Oiartzun

En un precioso caserío del siglo XVII, Hilario Arbelaitz, arropado por su familia, pone a punto platos de alta cocina, porte clásico y alma vasca. Alejados de cualquier interferencia, parecen suspendidos en el tiempo, inmóviles, eternos. Pocas sorpresas: el comensal encuentra en Zuberoa aquello por lo que lo busca.