José Carlos Capel @jccapel

Creador y presidente de Madrid Fusión. Crítico gastronómico de El País durante 35 años. Ha escrito más de 50 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo a la hora del desayuno.

Publicado 31/07/2025

VALORACIÓN 6.5/7

El cocinero David Olivas y su socio Fabián Villar, sumiller y jefe de sala, sonríen satisfechos con Enea (Marbella), su segunda marca en activo tras el éxito de Back, local laureado y reconocido. Restaurante-bar de alma andaluza y ambiente desenfadado, recién inaugurado en el casco viejo de la localidad malagueña, que no responde a la idea de casa de comidas por mucho que ellos mismos lo pregonen convencidos. Tampoco al concepto del law cost desde cualquier otra perspectiva. 

La cocina popular de un gran cocinero

Espacio amplio, de dos alturas, que ocupa una remozada casa antigua del XIX, con bar en la planta baja y terraza-comedor en la de arriba, dotado de dos cartas afines, aunque disociadas. Ambas con enunciados atractivos en los que sale a relucir la envergadura de Olivas, profesional de la alta cocina. De una manera natural sus conocimientos técnicos y espíritu creativo, que manifiesta en el restaurante Back a diario, los hace extensivos a las especialidades de esta casa que, a pesar de que aspiran a identificarse con recetas populares, respiran modernidad en su resolución y técnica interpretativa. 

Da lo  mismo que se trate de sugerencias pensadas para una «cervecita rápida» expresión extraída de la carta del bar, que de platos de mayor entidad calificados de clásicos andaluces que tampoco responden fielmente a ese concepto. Ni su aguacate asado con lomo de atún, ni la ensalada de tomates cherry semisecos a la vinagreta de hierbas enlazan con los recetarios de la tierra.

Su misma ensaladilla, magnífica, que Olivas elabora con cangrejo azul en lugar de gambas, ácida, orlada de encurtidos sobre emulsión de aceitunas, manifiesta su forma de reinterpretar lo ya conocido. Lo mismo que el steak tartar, excelente, que sobresale de la media por su elegancia clásica y equilibrio en los aliños. Tan acertado como los puerros confitados con setas a la salsa meunière de ají amarillo, mucho más que una simple tapa, alta cocina disfrazada de pobre en el ambiente de un bar sencillo. 

Originalidad de la que hacen gala otros enunciados de la carta como los mejillones en escabeche de perdiz, las ostras aderezadas con un salpicón picante o las mismas navajas con vinagreta de arroz. Otra familia de aliños. 

Para mojar pan

Inquietudes que se mantienen en los platos de mayor envergadura como sus manitas de bogavante con pimientos rojos asados y huevo poché, un salpicón en toda regla que ganaría con mayor presencia de las patatas que lo acompañan. Resulta magnifica la pescadilla desespinada, rebozada en pan rallado y frita, una suerte de escalope marino en compañía de salsa tartara, y sorprende por su elegancia el chuletón de cerdo ibérico con hueso, espárragos verdes y una salsa tipo hoisin de alta escuela.

Con los postres altos y bajos. Deliciosamente golosa la comtessa de limón con helado, y algo ramplón el flan casero, presuntamente mejorable. La lista de vinos diseñada por Villar contiene marcas interesantes a precios contenidos, otro de los atractivos de la casa. Igual que el pan, el café y el aceite de oliva virgen extra de mesa. En el aspecto negativo el desmesurado estruendo de las conversaciones en su comedor- terraza.  Una apuesta prometedora de gestión bastante más exigente de lo que a primera vista aparenta.

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