José Carlos Capel @jccapel

Creador y presidente de Madrid Fusión. Crítico gastronómico de El País durante 35 años. Ha escrito más de 50 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo a la hora del desayuno.

Publicado 11/12/2025

VALORACIÓN 7.5/10

Los menús que Cristian Palacio y su esposa Sofía Sanz ofrecen en el restaurante Gente Rara (Zaragoza) se ajustan a los cansinos parámetros del fine dining. Arrancan con un mini trago de vino caliente en la recepción del local, al que siguen tres pequeños entrantes en el espacio que ocupa un sofá con mesitas. Degustación itinerante que precede al acomodo en las mesas o en la barra donde se disfruta de alguna de sus dos propuestas –Chalado (85) y Lunático (110)–  que desembocan en la tabla de quesos, los postres y los petit fours de sobremesa. Nada nuevo, incluso rutinario, salvo que en este caso la interpretación del modelo posee la fuerza expresiva de un cocinero con el bagaje técnico de Palacios. 

Gente Rara se desparrama por un almacén industrial donde se gestó la conocida marca Pikolin en Zaragoza, recuperado con acierto. En su comedor mesas distantes frente a una cocina abierta rodeada por una barra para 10 comensales. Todo bajo la luz natural de un lucernario y la tamizada serenidad del espacio.

Gente Rara (Zaragoza)

Caza, río y mar 

El menú Lunático, imprevisible, comienza con bocados de caza y pescados de río en sentido inverso a lo esperable. Resulta agradable la tartaleta de trucha del río Cinca con sus propias huevas y gel de yuzu que antecede a tres pinceladas de la cocina cinegética. La caza mayor representada por un suculento mini mooncake (típico pastel de luna chino) relleno de un civet de jabalí; la menor por una correcta tartaleta de rillette de conejo con piñones y, como tercer pase un buñuelo ningyo-yaki japonés de “parfait de volaille au sang” (pasta con el hígado e interiores de algún ave) que cumple sin entusiasmar demasiado. Francia, China, Japón y Aragón en un mix imaginativo.

1.- Tartaleta de trucha del Cinca. 2.-Mooncake de civet de jabalí. 3.- Tartaleta de rillete de conejo.

Un recorrido de inspiración global

A partir de ese punto el menú inicia un ascenso sin abandonar el tono multicultural que caracteriza la cocina de Palacios. Sensacional el cuenco de chawanmohusi, flan japonés cubierto por una sopa minestrone con mini tropezones vegetales. Un cambio de tercio al que sigue un homenaje al mar con dos bocados desiguales. Magníficos los lomos de salmonete cocidos en la mesa en el interior de una caja donde se cubren con cera de abejas caliente, algo que ya realizaba en 2013 el cocinero austriaco Heinz Reitbauer en su restaurante vienés Steirerek. Y aceptable la ostra al vapor en un escabeche cítrico de conejo, armonía recurrente. 

1.- Chawanmohusi con sopa Minestrone. 2.- Salmonete en cera de abeja con miel. 3.- Ostra al vapor en escabeche cítrico.

En los titulares de su web – “La vida es demasiado corta para ser normal”– , Palacio y Sanz, juegan a resultar extravagantes, una simple estrategia de marketing. Ni raros, ni extraños. Su cocina se ajusta a pautas contemporáneas y la sala, que aburre en ocasiones con descripciones extenuantes, se desenvuelve con una corrección apreciable. 

Legumbres y carnes bien resueltas

Palacios hierve en seco en su propia agua de vegetación, las alubias de Ascara (Huesca), que se desarrollan en condiciones de sequedad extremas, antes de aliñarlas con caldo dashi de beicon. Sin hollejo, cremosas, de una textura que entusiasma. Absolutamente memorables. Menos relevantes, aunque igualmente sabrosas se muestran las lentejas con setas en caldo de faisán con trufa negra. Nada que ver con los garbanzos con rabo de vaca, donde las legumbres y la carne componen un batiburrillo decepcionante.

1.- Alubias de Ascara, dashi de beicon y alga kombu. 2.- Lenteja Beluga, setas, faisán y trufa. 3.- Rabo de vaca vieja y garbanzos.

En el tramo final aguardan los bocados de carne. Resultonas las lechecillas de cordero a la leche de oveja, y muy académico el fiambre de codorniz asada en rulo, a la crema de foie gras y pimienta con dos salsas francesas: dodine (de origen medieval) y bordelesa. Francia omnipresente en la escuela y formación de Palacios.

1.- Lechecillas de cordero a la leche de oveja. 2.- Fiambre de codorniz asada a la crema de foie gras y pimienta con dos salsas

 Codorniz y su rulo de fiambre

Una mesa de quesos y una bodega que elevan el cierre 

En un interludio Sofía Sanz se luce con la mesa de quesos cuyas piezas describe con conocimiento. Antesala de los postres –miel, cera, fruta de la pasión y amaretto; petisúes, con frutas del bosque– que se complementan con un tercer postre, plátano oxidado con algarroba, ron y cereales cuya agotadora descripción, apabulla y derrota a los comensales. 

1.- Miel, cera, fruta de la pasión y amaretto. 2.- Plátano oxidado con algarroba, ron y cereales.

El pan, el aceite de mesa y el café dan la talla con creces. Lo mismo que la gestión de la bodega que lleva a cabo el joven Félix Artigas, que no se prodiga en descripciones innecesarias.

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