Absolut es sin duda una marca icónica en el mundo de los destilados, porque ha sido el primer vodka de la historia que ha sabido instrumentar con creatividad y ambición las técnicas de marketing para encaramarse en lo más alto de la lista de los best sellers espirituosos.
Su firme apuesta por el arte y el diseño –que se inició en los años '80 del pasado siglo, con una campaña que implicaba al mismísimo Andy Warhol– le ha llevado a los museos y a las principales barras del mundo.
Sin embargo, Absolut nunca ha destacado por su calidad. Hasta hoy, porque el lanzamiento de su nuevo vodka –que nos llega en botella de ¡tres litros!– cambia radicalmente las cosas: Absolut Elyx es sin duda un regreso a los orígenes del tradicional bränvin sueco, elaborado a partir de trigo cultivado en la finca Råbelöf y destilado en un viejo alambique, fabricado en 1921.
Así, con una producción muy limitada y absolutamente local –todo el proceso se realiza en torno a 25 kilómetros de la destilería– Absolut Elyx es un "vodka de proximidad" que gustaría incluso a los forofos de Slow Food y la gastronomía de kilómetro 0.
Y la calidad, esta vez sí, le respalda: tiene una textura densa, finos aromas de cereales, miel y fruta blanca y un paso por boca goloso, con el alcohol muy bien integrado.
Sólo tiene un problema: es absolutamente adictivo.
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