Flamingo Rosé 2016, la cara más audaz del Conde de San Cristóbal

Resulta evidente que los rosados al estilo provenzal están de moda. Hoy, en el universo rosa, se impone el color tenue, los aromas sutiles de fruta roja y la boca fresca, convenientemente ácida y casi siempre efímera.

Ante una tendencia tan generalizada –son muchas las bodegas del mundo que se han apuntado a la Nueva Ola Rosa–, más nos vale estar bien informados para saber distinguir el trigo de la paja y que no nos den gato (rosa) por liebre (rosa, también) a la hora de pedir uno de estos vinos tan primaverales, floridos, refrescantes y –hete aquí su gran virtud– versátiles en la mesa: valen tanto para acompañar una menestra de verduras como para aventurarse en un plato thaï, fragante y especiado a más no poder.

Justamente, ante la incertidumbre que nos asalta en el momento de elegir un rosado a la moda, nada mejor que ir a lo seguro. Más vale pájaro en mano, dicen. Y aquí añadimos: mejor aún si de un flamenco se trata.

Todo este desvarío viene a cuento del último rosé al modo provenzal, made in Spain, que acaba de aterrizar en el mercado: Flamingo Rosé 2016. Un rosado de patas largas y altos vuelos, que por su imagen y estilo rompe con el perfil aristocrático y elegantemente discreto de su cuna: la bodega castellano-leonesa Conde de San Cristóbal.

No debería sorprender que una casa que nos tiene acostumbrados a tintos de contrastada calidad –con una finura muy diferenciada en el contexto de la Ribera del Duero– acierte a la hora de presentar como novedad un vino rosado. Pero lo cierto es que nadie esperaba del dignísimo conde un rosé tan rabiosamente contemporáneo, cosmopolita y desenfadado como este Flamingo que, para más inri, se presenta con un diseño saleroso, con el pajarraco engalanado en nobles vestiduras.

Aunque lo mejor es el propio vino, que atesora una deliciosa expresión de fruta roja fresca y, sobre todo, una estructura y persistencia insospechadas en el mundo de los rosados pálidos.

El secreto, claro está, reside en una elaboración rigurosa: exigente selección de uvas de la variedad tinto fino –tal como se conoce a la tempranillo en la Ribera del Duero–, vendimiadas en las terrazas más altas que se asoman al río (900 metros); brevísima maceración con las pieles (2 horas), ligero prensado y, tras la fermentación, una crianza sobre lías de 5 meses, hasta el momento del embotellado.

La mala noticia es que, como sucede con la mayor parte de las cosas buenas que esconde este planeta, Flamingo Rosé es un vino escaso: apenas 6000 botellas en esta primera añada, que seguramente los amantes de los mejores rosados se disputarán con uñas y dientes.

Habrá que vérselas con ellos para probarlo, qué remedio. 

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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