Kiko Moya ahonda en los sabores populares y cocina el paisaje. Platos que surgen de la reflexión y el estudio, en los que ingredientes humildes se hacen poderosos.

Poco amigo de las modas y  los focos, el alicantino Kiko Moya (1976) se parapeta entre los almendros y los pinos de Cocentaina, su pueblo, en la sierra de La Mariola. Se mimetiza con el paisaje, lo hace suyo y lo convierte en plato. Sabores y olores reconocibles: musgo, romero,  azafrán, polen, almendras, higos, lavanda… Ventajas de ser un anacoreta: hay tiempo para observar, para reflexionar, para cocinar.  Gloria y penitencia. Un camino de soledad y renuncia que tiene sus recompensas.

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