Tesoros de Sicilia que prolongan el verano
Frutas y verduras tradicionales, semillas conservadas como tesoros.
No todo se acaba con septiembre. En los bulliciosos mercados sicilianos los puestos siguen rebosantes de coloridas frutas y verduras. Algunas de sus variedades son difíciles de encontrar fuera de la isla: vegetales de longitudes sorprendentes, melocotones en miniatura o melones que se guardarán hasta el invierno. Productos en temporada que los propios sicilianos consideran auténticos tesoros por su singularidad. Sus nombres -a menudo en dialecto- aparecen en los tenderetes garabateados en trozos de papel de estraza, como si también se resistieran a la estandarización. Sicilia ofrece motivos de sobra para seguir disfrutando en otoño.
Sbergie
Apenas más grandes que una nuez y conocidos también como merendelle, estos delicados melocotones son una de las joyas estivales de Sicilia. Solo prosperan en el Valle del Niceto y su cultivo se concentra en unas 90 hectáreas. Por su piel lisa y dorada, de tonos rojizos al madurar, recuerdan más a una manzana pequeña que a un melocotón. Al morder, la pulpa blanca y jugosa revela un dulzor fresco. Sin embargo, es su aroma intenso y envolvente el que anuncia, antes del primer bocado, la delicia que se tiene entre manos. Su fragilidad explica por qué rara vez viajan más allá de la región: una vez recogidos, se deterioran rápidamente. La temporada, breve, se extiende hasta septiembre.

Sbergie
Tenerumi
Para muchos sicilianos, el verano no termina mientras quede un plato de pasta con tenerumi sobre la mesa. Una comida sencilla y reconfortante, capaz de levantar el ánimo, más ligada a la cocina del hogar que a los restaurantes. Los tenerumi son las hojas y brotes tiernos de la Lagenaria Longissima, un calabacín de piel clara que suele sobrepasar el metro de longitud. Una vez cocidas, estas hojas son delicadas, con una textura sedosa y un sabor ligeramente amargo. La forma clásica de cocinarlas es en un guiso ligero con el propio calabacín, ajos y tomates maduros; al que se añaden espaguetis troceados para poder comerlos con cuchara.

Tenerumi
Fichidìndia
Rosas, anaranjados, granates, verdes pálidos o amarillos: los higos chumbos pintan el paisaje de la isla y constituyen un símbolo de su cultura. En las fruterías, los vendedores los ofrecen ya limpios, mostrando una piel libre de espinas como garantía de cuidado y del minucioso trabajo de recolección. Su sabor es sencillo, primando el dulzor sobre los matices aromáticos. Lo más habitual es tomarlos en licuados para evitar sus numerosas pepitas. La variedad más apreciada es la cultivada en los suelos volcánicos del Etna, con Denominación de Origen Protegida. A finales de septiembre llega una segunda cosecha, de frutos aún más grandes y jugosos: los llamados bastardoni.

Fichidìndia
Frastuca
La frastuca, conocida como el “oro verde de Sicilia”, entra en su mejor temporada en octubre. Este pistacho con DOP se recolecta en Bronte cada dos años, para garantizar frutos de la mejor calidad. Su árbol, la Pistacia vera (o frastucara), crece aferrada a los suelos rocosos del Etna y los montes Nebrodi. Un paisaje duro que obliga a una cosecha habilidosa y paciente.
Más allá de ser el producto regional más reconocido, el pistacho de Bronte es un ingrediente clave en la cocina italiana del sur. Su dulzor natural da carácter a pestos, enriquece embutidos y alcanza la máxima expresión en la repostería: con su color verde intenso y un aroma floral se convierte en protagonista de helados, cremas y dulces de herencia árabe.

Pistacho de Bronte
Fagiolini metro
Los sicilianos saben reconocer el valor de los ingredientes más humildes. Estas judías verdes, que pueden alcanzar casi un metro de longitud -de ahí su nombre-, son parte de uno de los platos preferidos de los niños. Disputándose el trono con los estimados espaguetis, los fagiolini “picchi pacchi” se cocinan con salsa de tomate y albahaca.
Extraordinariamente tiernas y dulces, las vainas son redondas y tan finas que casi podrían comerse crudas. En los mercados, los vendedores las parten a mano, produciendo un jugoso chasquido que hace la boca agua y delata su frescura.

Fagliolini metro
Muluni d’invernu
El Cartucciaru de Paceco y el Purceddu de Alcamo son dos de los cultivos autóctonos más antiguos de la agricultura trapanesa. El primero, alargado, de piel lisa y amarilla; el segundo, redondeado, verde y rugoso. Ambos, melones de invierno, comparten una singularidad: su pulpa blanca y jugosa gana dulzor con el paso del tiempo, pudiendo conservarse a temperatura ambiente durante meses. Hace apenas unas décadas estuvieron a punto de desaparecer, desplazados por variedades foráneas más productivas. Solo la obstinación de algunos agricultores, que conservaron las semillas en sus huertos familiares, permitió rescatarlos. Algo parecido ha ocurrido en España con los melones de invierno. Hoy están de nuevo en los campos, cultivados con métodos tradicionales, sin riegos ni fertilizantes. En Trapani y Palermo vuelven a venderse estos ejemplares que, si se recogen a finales de septiembre, pueden llegar a disfrutarse en Navidad.

Melón de invierno siciliano
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