Restaurante Esbardos (Madrid)

El nuevo Esbardos, réplica urbana de El Oso, ha trasladado a la capital la carta de su casa madre, de corte tradicional y fiel al recetario asturiano, que ratifica la cultura gastronómica de María Lorenzo y Pepe Villanueva.

No es fácil encontrar restaurantes que reseñen la fecha de envasado de las latas de pescado, como la deliciosa ventresca de bonito, servida con asadillo de pimientos.

Un lugar donde las anchoas en salazón, limpias y fileteados en sus cocinas a diario, disponen de certificado de captura en el Cantábrico. El jamón ibérico gran reserva, en este caso de Joselito, indica la campaña a la que pertenece.

A la selección de entrantes para compartir, entre los que figuran el lomo ibérico y un foie gras aceptable, se suma una tabla de quesos asturianos con membrillo, que debería figurar entre los postres.

Las tapas de la barra son trasladables a las mesas: la ensaladilla rusa, bastante acertada, la empanada de sardinillas, importante, o la longaniza ibérica.

En el resto prevalecen sus básicos: platos de cuchara que rotan, salvo la fabada diaria, que solo cumple, a pesar del compango casero y de la selección de las fabes. Sabrosas patatas con langostinos y  garbanzos con cocochas de bacalao y espinacas.

En el resto, especialidades de siempre que raras veces decepcionan. Correctos el lenguado a la plancha y los calamares en su tinta. Magnífico el pixín al horno o frito en tacos.

Tampoco las carnes desentonan. Convencional la carne de vaca gobernada (estofada), discretos los escalopines de solomillo a la plancha, suculentas las albóndigas de rabo.

Conviene dejar un hueco para su golosa tarta de queso de esta casa, muy copiada.