Julia Pérez Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la UCM. Especialista en gastronomía. Autora de numerosos libros y guías. Trabaja con lo que más le gusta: las palabras y los alimentos.

Publicado 20/02/2013

VALORACIÓN 6.5/10

El chef Victor Sobral ha sabido conectar con el público lisboeta en esta encantadora tasca -a mitad de camino entre la casa de comidas y el bistró- de aspecto y filosofía contemporánea, que está ubicada en un barrio poco turístico.

Una barra y media docena de mesas apiñadas en una zona acristalada dominada por los tonos blancos son suficientes para crear un ambiente cálido y acogedor.

En la carta se ofrece una propuesta del día (entrada y plato principal) a la hora de la comida, además de una larga lista de “petiscos” (tapas/raciones) que cambian a diario, con las que el chef compone menús sorpresa de diferente tamaño y precio.

También hay lugar para las especialidades de siempre servidas en porciones abundantes, una propuesta que induce a reconciliarse con la cocina portuguesa tradicional puesta al día, principal activo del chef Sobral y con la antigua fórmula del plato único. Es magnífica la torta de queso que dejan en la mesa a modo de aperitivo de la casa, pero que cobran sin previo aviso.

Tampoco hay que perder de vista el pan. Merece la pena probar algún plato de bacalao o la raya al horno con verduritas, perfecta de punto, algo no muy habitual en Portugal donde se suele cocinar mucho el pescado.

El guiso de higaditos de ave encebollados, una receta que en España ya no se encuentra, nos transporta a otros tiempos, auténtica confort food.

Mientras que las colitas de cerdo aliñadas con cilantro nos recuerdan la importancia de esta hierba en la cocina lusa. De postre “ovos moles” un dulce a base de huevo ideal para golosos.

Muchos de los vinos de la carta, que es amplia, se sirven por copas. Un acierto.