Autodidacta, didáctica y ahora popular, Susi Díaz se ha convertido por mérito propio en una de las pocas mujeres en llegar a la primera división gastronómica con una cocina inspirada en el recuerdo. 

Desde hace tres décadas, la chef más televisiva del momento, Susi Díaz, reparte su buen hacer culinario desde su Elche natal en La Finca. Sus comienzos laborales fueron en una tienda de alta costura tras estudiar corte y confección y nada hacía pensar que acabaría junto a los fogones, pero todo cambió el día que decidió con su marido liderar este proyecto y, por ende, después, entrar en la cocina. Todo fue poco a poco. 

Evidentemente, Díaz es autodidacta, como cuando era joven parecía estar llamada por otros caminos nunca pisó una escuela de cocina, aunque sí trasteó esta ilicitana entre las faldas de sus abuelas Francisca y Lola mientras cocinaba. De ellas, además de aprender de cocina, aprendió a valorar el esfuerzo y la tenacidad, herramientas imprescindibles en cualquiera que emprenda el difícil camino de la gastronomía.

Empezó de cero y ha llegado a la primera división por obra y gracia de una culinaria marcada por las esencias de cítricos, las hierbas aromáticas y las flores cultivadas de su propio jardín para acompañar los mejores pescados y mariscos del mercado, con poca carne -y si acaso ave- y, así desde 2006 ostenta una estrella Michelin -que no ha soltado- y, además, tiene el gran honor de haber colocado en el mapa gastronómico a su amada ciudad. 

Su receta más antigua de la carta Alcachofas rellenas de gambas que no desaparece de ella por aclamación popular, pero sus trabajos con lácteos tampoco se quedan atrás como la Esponja de queso frío o ese Queso en texturas. Y así, plato a plato, es como ha forjado su biografía culinaria Susi Díaz, más esos diez años de colaboración con distintos medios de comunicación y enseñando, plus su éxito como compañera de Alberto Chicote que la ha proyectado a la popularidad.

Y si hay que quedarse con una reflexión es aquella en la que reconoce que se inspira en el recuerdo. ¿Hay algo mejor que el recuerdo culinario?

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