¿Pero quienes son los millennials? Los jóvenes nacidos entre 1980 y 1995. Fueron niños superprotegidos y ahora son consumidores natos, a los que les encanta comer y cocinar. Llega la generación foodie. Nativos digitales apasionados por la gastronomía que lideran las redes sociales más sabrosas.


Son caprichosos, egoístas y malcriados, pero también son los jóvenes mejor formados de la historia. Saben lo que quieren y no se conforman. Adoran la tecnología, les interesa poco la política y mucho la responsabilidad social. Traen de cabeza a las agencias de marketing, los gurús de consumo y los bancos de inversión. La crisis les ha hecho tomar contacto con la realidad y dar sus propias respuestas. Son Marck Zuckerberg, Rafal Nadal o David Muñoz. Tienen entre 20 y 35 años y en 2015 inician su década de máximo gasto (en 2020 gastarán solo en EEUU 1,4 billones de dólares al año), lo que supondrá un enorme impacto sobre la economía. Decenas de estudios se ocupan de hacer su retrato robot para saber cual será su patrón de comportamiento y, por tanto, de consumo, también en el área de la alimentación. ¡Hasta la asociación de productores de patatas norteamericana ha encargado una encuesta!

Todos los informes que hemos leído  coinciden en destacar que la alimentación es uno de sus centros de interés. También que las palabras que mejor les definen son INQUIETUD y CONTRADICCIÓN. No paran de hacerse preguntas porque están seguros de que las cosas pueden hacerse de otro modo, pero sus respuestas no son unívocas.

Estos son 12 puntos para comenzar a entender qué comen, cómo lo comen y por qué.

1.- Mientras que un alto porcentaje disfruta comiendo snacks (35% de lo que ingieren) y admite tener un patrón alimentario desordenado (sin horario, dieta desequilibrada), el resto se declara devoto de los productos saludables y sostenibles y cuida su alimentación al límite. Aumenta el consumo de alimentos no procesados. Se acabaron los bollos, las pizzas congeladas y las hamburguesas de McDonalds.

2.- Salir a cenar es divertido y lo hacen constantemente, no solo el fin de semana. Tal vez por eso para las ocasiones especiales lo más divertido quedarse en casa y cocinar con los amigos o participar en una cena sorpresa (clandestina o no) organizada por otros.

3.- Son ciudadanos del mundo y por tanto están abiertos a experimentar con cualquier comida, cuanto más exótica mejor: cebiches, niguiris, samosas, gyozas, hummus… No les impresiona la técnica, les cautiva el sabor: los productos rotundos, las mezclas arriesgadas. Muchos de ellos son hijos del mestizaje, su cocina es el fruto natural de la fusión. Sin embargo se aferran a los productos locales y si pueden cultivar su propio huerto, mejor. Ambas manifestaciones, lo global y lo local son dos caras de una misma moneda: la autenticidad.

4.- Son capaces de gastarse 200€ en unas zapatillas o 600€ en un Apple Watch, pero a la hora de buscar locales donde comer no les gustan las tonterías. Buena cocina y buen producto a un precio justo… y nada de etiqueta. Si lo que comen está rico no les importará hacer cola, comer en una banqueta o que no haya manteles de tela ni servilletas.

5.- La publicidad convencional no les sirve, tampoco las guías tradicionales. Para elegir restaurante, recurren a las recomendaciones que encuentran en sus Redes Sociales favoritas. Para reservar una mesa o hacer la compra utilizan Internet. ¡Sin conexión no hay vida! Enganchados a la wifi y al 4G.

6.- Odian la uniformidad –si aunque no lo parezca- por eso buscan productos custumizados, lo mismo da que sea una camiseta que un coche o el menú de un restaurante. Buscan sentirse distintos. Por eso adoran el “haz tu propia mezcla” lo mismo da que sea para una pizza, un zumo cold press o una ensalada.

7.- La comida como estilo de vida: vegetarianos, celiacos, locavores, glutenfree… Son decisiones conscientes y meditadas. No modas pasajeras. Están informados y saben lo que quieren. El mayor error es intentar engañarlos. Cuanta más información tengan mejor. No son clientes fieles, al contrario, pero sí son agradecidos. No hay que defraudarlos.

8.- Son foodies responsables, no gourmets ostentosos. Por ejemplo, el 70% declara no comprar agua envasada por su alto impacto medioambiental. Salud y medioambiente son para ellos la misma cosa. Lo que es bueno para mi ha de ser bueno para el planeta, no hay más. Se declaran fans incondicionales de las compañías que practican la responsabilidad social y no les importa pagar más por sus productos.

9.- Todos los alimentos tienen una historia y a ellos les encanta descubrirlas. Por eso la mayoría prefiere hacer la compra en comercios de barrio en lugar de acudir a grandes superficies y descubrir cuanto el charcutero, el frutero o el pescadero pueda contarles sobre los productos que están adquiriendo. Esta necesidad por saber acerca de los productos que comen, es extensible a los restaurantes. Cuanto más les cuenten sobre lo que hay en el plato mucho mejor: de dónde viene, quién lo produce, cómo…

10.- Les fascina el fuego. Adoran las llamas y todo lo que tenga que ver con la cocina de las brasas, desde la parrilla a las viejas cocinas de carbón pasando por el exótico kamado. Tal vez sea la añoranza de las barbacoas de su infancia unida a la necesidad de simplicidad en un mundo cada vez más tecnificado o el retorno a un cierto primitivismo.

11.- No es que no les importe compartir mesa, es que les encanta. Estamos ante un nuevo comensalismo. También les divierte cenar con desconocidos o ir a la compra en grupo. Es una nueva manifestación del espíritu de tribu.

12.- El 60% de los varones cocinan en casa, frente al 61% de las mujeres. Parece que por una vez no será necesaria la discriminación positiva. La cosa está igualada.

*Datos extraídos del estudio del Center for Cuinary Development, asi como en artículos publicados en el New York Times y en la revista Bon Appetite.

Julia Pérez Lozano

Julia Pérez Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la UCM. Especialista en gastronomía. Autora de numerosos libros y guías. Trabaja con lo que más le gusta: las palabras y los alimentos.

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