Comer cuando tengas ganas y dejar de comer cuando estés saciado. Sin normas ni dietas, sin culpas y sin alimentos prohibidos. Es la idea detrás de la tendencia: la alimentación intuitiva.


El mundo de la alimentación y de las dietas se mueve por modas, oleadas, tendencias y gurús. Tras décadas de contar calorías, de pelearnos con las grasas y de apretarnos el cinturón, en los últimos años se está extendiendo un movimiento que reivindica la simplicidad y el sentido común. Este movimiento, lleno de matices, tiene múltiples nombres y enfoques. Entre los que el que ha cobrado mayor protagonismo es el que preconiza la ‘comida real’ en sustitución de los productos alimenticios ultraprocesados. 

Ahora nos está llegando también la oleada de lo que se conoce como ‘alimentación intuitiva’. Que busca que reconectemos nuestro cuerpo con las señales de hambre y saciedad. Y hacerlo al modo en que lo hacen los bebés: sin presiones, culpas, ansiedad o gula. Aunque sea en este momento cuando están apareciendo libros que ilustran sobre esta corriente, se trata de un concepto que las nutricionistas americanas Evelyn Tribole y Elyse Resch pusieron negro sobre blanco ya en 1995: se trata de comer cuando se tiene hambre, y de dejar de hacerlo cuando estás lleno. 

De tan puro simple, parece una bobada, pero no deja de tener sentido: mientras los bebés responden a las señales de saciedad -lloran si quieren comer, y rechazan el alimento al saciarse-, a medida que vamos creciendo nuestra relación con la comida se va enturbiando: de niños, se nos pide que comamos a unas horas determinadas y sin dejarnos nada en el plato; también se nos ‘castiga’ sin postre, o se nos ‘premia’ con chuches. Todo se complica aún más cuando descubrimos que engordar y adelgazar está en relación con cuánto y con qué comemos. O en el momento en el que empezamos a combatir con comida emociones como la tristeza, la ansiedad o el estrés. 

 

 

Lo que Tribole y Resch propusieron al definir este concepto es la recuperación de las sensaciones fisiológicas que conectan nuestro organismo con la alimentación. Dejar atrás la mentalidad de las dietas restrictivas, los atracones, la percepción de alimentos buenos y malos… También nos hablan de ser compasivos con nosotros mismos, sin fustigarnos con un runrún de pensamientos negativos en torno a nuestra relación con la comida. Es decir, la idea es tirar del ovillo y desenredar esa maraña de aprendizajes que han hecho que, para muchos de nosotros, comer deje de ser un acto inocente y se llene de basura y de contradicciones. 

Desde aquel primer libro, Tribole y Resch han seguido abundando en el asunto, y son varias las revisiones que han publicado sobre alimentación intuitiva. Tras ellas, han ido llegando más aproximaciones, que algunos llaman ‘comida consciente’ para darle algún matiz más, pero cuyos cimientos son los mismos. 

  • Así, por ejemplo, Noemie Combremont acaba de publicar ‘Alimentación intuitiva. El libro antidietas’ (Ed. Larousse), en el que nos invita a ‘escuchar nuestro cuerpo y respetar sus necesidades’. Insistiendo en que no existen alimentos ‘prohibidos’ y considerando que, ‘gracias al sentido común y a la ausencia de restricciones, el peso se estabilizará de forma natural’. El libro se acompaña de 65 recetas para ‘disfrutar sin remordimientos’.  
  • Otro libro que rescata también estos conceptos es ‘La dieta de alimentación intuitiva: aprende a comer bien sin dietas, sin restricciones y sin prejuicios’. Es decir, nos ofrece una dieta para aprender a comer sin dietas. Extraño. No hay autor, y la información que ofrece es que su contenido ‘se basa en una extensa investigación oficial y proviene de una variedad de fuentes’. 
  • Si quieres lanzarte a este camino, otra propuesta lleva por título ‘Diario de alimentación consciente’. Que también se basa en la intuición y que pretende ayudarte “a mantener un registro de cómo te sientes después de cada comida. Al notar tus niveles de hambre y de saciedad, te darás cuenta de cómo se siente tu cuerpo con ciertos alimentos para que puedas darle siempre lo mejor”. 
  • Un ejemplo más: ‘Alimentación intuitiva’, de Angie Ramos, que “tiene el objetivo de mostrarte que puedes ser feliz y sentirte bien contigo misma [sic] y con tu cuerpo sin necesidad de dietas y enfocada en lo negativo que quieras cambiar”.

 

 

Como ves, todo apunta a que hay mercado para la alimentación intuitiva (y para cualquier otra aproximación que meta en la misma frase perder peso y no hacer dieta). Yendo más allá del negocio, y quedándonos en la esencia, lo cierto es que la alimentación consciente o intuitiva es un desafío. No es nada sencillo soltarnos de las reglas sociales, culturales, familiares e individuales que nos atan a la comida. Por no hablar de la constante presión de una industria alimentaria todopoderosa y omnipresente.  Desde los horarios a las calorías; desde las prohibiciones a las tentaciones; desde la transgresión al homenaje… Para añadir recodos al laberinto, debemos sumar que el evitar las reglas es en sí mismo una norma. Y que no resulta nada fácil encontrar el término medio entre la restricción y la barra libre. 

Acercarse a la alimentación intuitiva o consciente tiene sentido. Pero no cabe duda de que se trata de un aprendizaje complejo. De un proceso a largo plazo en el que, en caso de que haya algún trastorno de alimentación, siempre debería haber un profesional acompañándonos.

 


María Corisco

María Corisco

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