Su libro «Mis memorias del vino», resume 50 años de experiencia de los que hablamos en esta entrevista.


José Peñín, seguramente el crítico vinícola más prolífico de habla hispana, sigue dando guerra. Experto catador, escritor y promotor de la cultura del vino en España, el fundador de la Guía Peñín de los vinos España presenta en estos días Mis memorias del vino (Planeta Gastro, 2025, pvp: 24,95 euros), libro en el que da cuenta de sus 50 años de trayectoria en el mundo del vino.

En las más de 700 páginas de este vasto prontuario, Peñín cuenta su experiencia como «viajero del vino» en el último medio siglo de la historia del vino español, desde que se sumó al sector en 1975 como mentor de Cluve –uno de los primeros clubes vinícolas de este país–, lo que le permitió ser un testigo privilegiado del boom cualitativo que ha experimentado este sector en estas cinco décadas.

 

Portada del libro «Mis memorias del vino» de José Peñín

 

La trasformación del vino español

El interés del libro reside, en gran parte, en el meticuloso relato que realiza su autor sobre las circunstancias que contribuyeron a la transformación del vino vernáculo hasta adquirir la dimensión de objeto cultural y hedonista. Una revolución que Peñín ha contemplado desde múltiples perspectivas, en el papel de catador, comerciante, escritor, periodista y editor.

El impulsor de publicaciones especializadas de referencia –como las revistas Bouquet y Sibaritas–, amén de artífice de la guía más relevante del vino español –que ha superado ya sus 30 ediciones– ha recurrido a sus recuerdos y se ha apoyado en sus archivos y amplia documentación para dar a luz estas «memorias del vino». Un aporte muy personal, aunque también de gran valor, para conocer los cambios que han tenido lugar en las diversas regiones del vino español, así como en el resto del mundo.

 

José Peñín

 

La visión crítica de Peñín

En Mis memorias del vino, Peñín también aporta su visión crítica sobre las «luces y sombras de nuestro vino», revela los vinos que más le han seducido y apunta un singular perfil de algunos personajes que conoció durante este largo periplo.

Con la excusa de la publicación de este libro, entrevistamos a José Peñín. Que, 50 años después, preserva su jovial inquietud. Y una honestidad sin tapujos.

El vino español en primera persona

– Rodrigo Fresán, escritor y amigo, dice que todos los libros son un ajuste de cuentas. ¿Es el caso de Mis memorias del vino?

– Puede que tu amigo tenga razón, pero no he escrito el libro con ese ánimo. En todo caso, estas memorias podrían ser un ajuste de cuentas conmigo mismo, ya que surgen del deseo de contar en primera persona lo que he vivido como viajero del vino a lo largo de los últimos 50 años. Escribí el libro con la intención de compartir las experiencias que he tenido en el mundo del vino español, como catador, comprador y vendedor, reportero, escritor, editor… Esta trayectoria me ha llevado a conocer a mucha gente que forma parte de la historia reciente del vino de este país. He visto como muchos se encumbraban y otros fracasaban, pero he preferido transmitir estas vivencias sin ensañarme con nadie. Cuento muchas anécdotas, pero otras me las he guardado.

– La evolución que ha tenido el vino español en estos últimos 50 años es seguramente la parte más feliz de la historia. Aunque en tu libro también relatas fracasos y proyectos fallidos.

– Si, he querido ser honesto. Porque en forma paralela al éxito del vino español y la consolidación de la Guía Peñín como vademecum de referencia en el sector, también emprendí otros proyectos que no tuvieron la continuidad o el resultado que esperaba. Es el caso de la Guía Peñín de Vinos Extranjeros o la de Guía de Destilados. Y también la frustración por el cierre de la revista Sibaritas, que tenía colaboradores sobresalientes y contenidos de gran calidad.

Grandes vinos y personas

– Echando la mirada atrás, ¿qué es lo que más valoras tras todos estos años de trayectoria?

– Sin duda, haber tenido la oportunidad de conocer y tratar con gente interesante, personas que me han enriquecido en muchos aspectos, por su conocimiento técnico, su cultura… El aspecto humano es lo que más valoro.

– Entre todas estas personas, ¿hay alguna que te haya impresionado o influido más que el resto?

– En el libro apunto el perfil de algunos personajes que he querido destacar, no solo por lo que han aportado al conocimiento del vino, sino también por la relación que he tenido con ellos. Un buen ejemplo es Víctor de la Serna, por su fuerte personalidad y amplio bagaje de cultura gastronómica y vinícola. Aunque a menudo teníamos desavenencias. Otro es Juancho Asenjo, a quien conocí cuando trabajaba en la distribución de vinos y siempre me deslumbra con su sabiduría.

– También reseñas en estas memorias algunos de los vinos que más te han gustado de los tantísimos que has catado. ¿Cuál destacarías por encima de todos?

– Si tuviera que elegir un solo vino que resuma lo mejor de todo, sería seguramente un vino añejo de crianza oxidativa. Un gran oloroso de Jerez, por ejemplo.

 

José Peñín, fotografiado en 1984, junto al alcade de Madrid, Enrique Tierno Galván

 

Valoración y disfrute del vino

– Algunos expertos del mundo del vino creen que los vinos no deberían calificarse siguiendo un sistema de puntuación, porque sus rasgos escapan a una valoración cartesiana. Pero tu siempre has defendido esta modalidad. ¿Sigues pensando que la mejor manera de determinar la calidad de un vino es a través de una calificación basada los puntos?

– Entiendo los argumentos de los catadores y expertos que no quieren emplear el sistema de puntos para valorar la calidad del vino. Es indudable que las circunstancias influyen en la apreciación del vino, pero también es cierto que la mayoría de los catadores coincidimos en ciertos parámetros. Si comparas la valoración del mismo vino en las diversas guías, reseñas e informes, la calificación no suele diferir mucho, tanto si se expresa en puntos como en una descripción literal. Un vino de 94 puntos puede tener 92, 93 o 95 puntos, dependiendo del criterio de cada catador. Pero no muchos más ni muchos menos. Por otra parte, estoy convencido que la valoración de los vinos a través de un sistema de puntos beneficia al consumidor final; es una herramienta que orienta y facilita la elección del vino más conveniente. Especialmente en un contexto como el actual, en el que la globalización ha democratizado la calidad, prácticamente en todas las regiones productoras del mundo. Cada vez es más difícil encontrar un vino malo. Por eso el consumidor necesita herramientas que le ayuden a acertar en la elección. Y la calificación por puntos es la más práctica y fiable.

– Después de cinco décadas en este oficio, ¿sigues disfrutando del vino?

– El vino nunca me ha dejado de interesar, pero cada vez soy menos bebedor. Disfruto con los viajes que me permiten descubrir otros territorios y nuevos vinos, también catando con colegas y conociendo a las nuevas generaciones de enólogos y viticultores. No he perdido la ilusión ni la curiosidad, pero ahora tengo otra perspectiva.

 

Federico Oldenburg

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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