
¿Por qué a los jóvenes les gusta la cocina oriental?
La incesante apertura de restaurantes asiáticos no es un hecho puntual, sino un fenómeno gastronómico, con visos sociológicos, que supera lo culinario.
La calle Leganitos de Madrid, aneja a la plaza España, concentra todos los elementos de un fenómeno en auge que abarca más que lo puramente culinario: en unos pocos metros se suceden restaurantes orientales de decoración pop, con neones estroboscópicos, simbología oriental en colores estridentes y demás parafernalia atractiva. Adultos y jóvenes hacen cola durante minutos, haga frío, calor o llueva, por una de sus codiciadas mesas para disfrutar de una auténtica cocina oriental.
Un día como cualquier otro en la calle Leganitos
Siguiendo esas aceras, a ambos lados aparecen pequeños supermercados igualmente sobreiluminados, donde grupos de chavales y chavalas atestan sus lineales echando a las cestas cacahuetes con wasabi, gyozas rellenas de carnes y verduras, snacks con ingredientes insólitos (en Europa) fermentados o deshidratados y, por supuesto, fideos de mil tipos de preparación instantánea, con sobres de condimentos dentro que les confieren en un segundo sabores tan descabellados para un cincuentón medio como la decoración de los paquetes. Son, además, ultrabaratos: desde 0,40 hasta 4 euros. En algunos de estos colmados, a la salida hay dispensadores de agua caliente para que puedas prepararlos y salir comiéndolos a la calle tan contento como Shinnosuke Nohara después de verle furtivamente las bragas a una compañera del colegio.

Sopa wonton
Con tu bote o con tu cubo de udon o de soba humeando en la mano, puedes entrar en una tienda de manga a comprar tebeos que se leen en sentido contrario, o a una de las tiendas que venden figuras y merchandising de sus protagonistas, y de los anime más populares. Incluso hay una papelería china donde adquirir cuadernos y bolígrafos de importación, profesionales, con tejidos exquisitos, o también con fantasías escolares, como gomas de borrar con forma de templo budista.
El remate al paseo, por supuesto, es empujarte de postre un gran vaso de bubble tea, con sabor a papaya o a té matcha, y con sus gomosas bolas de tapioca ascendiendo por la gorda pajita.
¿Qué está ocurriendo en España con la cocina oriental?
La calle Leganitos -y el barrio de Usera entero- es un resumen en formato Monopoly del aluvión de gastronomía asiática que están viviendo las grandes y medianas ciudades españolas, impulsado en buena medida por la afición juvenil al sushi y al ramen, inicialmente, pero ya a todo tipo de alimentación englobada bajo el término “oriental”. ¿Por qué les fascina tanto? ¿Por qué se mueven por modas? ¿Porque los jóvenes se han desvinculado del recetario nacional? Ni hablar. Cada generación es mejor que la anterior. De lo contrario, Darwin habría vendido media docena de ejemplares de su gran libro y seguiríamos comiendo plátanos, sin salsa ni na’.
Los motivos son otros y variados. Vamos a empezar con tres datos para entenderlos mejor.
1. El número de restaurantes japoneses en el extranjero se ha triplicado en la última década, hasta llegar a los 187.000. Buena parte, en Europa, según datos de su Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca.
2. En España, según algunas encuestas, hasta uno de cada tres restaurantes es de comida internacional: 28% americana (hamburguesas, pollo frito), 22% europea (principalmente italiana, o sea pizza y pasta), y un 21% cocina asiática, y creciendo
3. Una encuesta de “The Fork” calcula que las reservas en restaurantes asiáticos suponen ya el 14% de las reservas hosteleras totales del país, solo superadas por los restaurantes mediterráneos (26%). En ciudades como Madrid, llegan al 21%.
La curiosidad juvenil por lo novedoso
Los jóvenes reflejan siempre la vida de los adultos. Para imitarla, a su manera, o para rebelarse contra ella. Respecto a la comida oriental muestran una mezcla de ambas: “Con mis padres ya voy a bares de tapas los fines de semana, por eso con mis amigas voy a comer sushi o ramen, porque es distinto, divertido y barato, y porque así pruebas otros sabores”, me cuenta Salomé Martínez, de 16 años, fan como tantas adolescentes de las innumerables cadenas foráneas o locales que constantemente abren locales y franquicias por doquier. Un mercado tan pujante que el alcalde de Madrid ya ha anunciado su pretensión de colgar un turístico cartel de “Chinatown” a la entrada de Usera, el genuino barrio chino de la capital, donde, amén de residir la comunidad oriunda del país y congregar sus negocios, desde inmobiliarias a por su puesto restauración, encontramos otras claves para nuestro fenómeno.

Una calle del barrio de Usera
El boom de la cocina oriental no es casualidad
Como señala José Berasaluce, historiador y director de “Másterñam” de la Universidad de Cádiz, la influencia de lo oriental viene desde hace siglos: “En el XIX influyó en la pintura, con los impresionistas, o en la ópera, con ‘Madame Butterfly’. Ahora, la gastronomía ha adoptado ese canon en una búsqueda del exotismo, pero que encierra un montón de conflictos de clase”. Berasaluce se refiere a la tradicional impresión europea de lo chino como “restaurantes apartados, en sitios lúgubres, frente a lo sofisticado y a la sutileza de la restauración japonesa”. A lo cual se añade que los chinos han asumido la restauración española de barrio que no encontraba relevo generacional. Chino, popular. Japonés, elitista.

Uramaki de salmón y mayonesa sriracha
Esa división, sin embargo, no la aprecian los jóvenes del mismo modo, pues su generación no vivió el auge, y posterior desprecio, de la comida china durante los años ochenta (como los adultos tampoco saben que muchas cadenas actuales de restaurantes japoneses las regentan los antiguos propietarios de aquellos chinos). Además, socialmente la clasista impresión chino frente a japonés se está difuminando por cuatro aspectos:
1.- Acciones de diplomacia gastronómica
La promoción del Gobierno chino de su propia comida en el extranjero, que responde a la geopolítica por la cual China convirtiéndose está en la gran superpotencia mundial. La conquista cultural, que Estados Unidos realizó a través de sus comida rápida durante el siglo pasado. Basta ver la proliferación de hipermercados de calidad, que compensan las denuncias de hace unos años por colmados sin control de salud pública.
2.- Nuevos restaurantes de toda índole
La apertura de restaurantes chinos de lujo, caso de los promovidos por María Li Bao, del Grupo China Crown. Y, a la par, el ascenso de la comida china en el reparto a domicilio, con formatos adaptados al siglo XXI.
3.- Nuevos productos
La incorporación de las multinacionales alimentarias a esta corriente. Ergo, el “Yatekomo”, y sus subsiguientes imitaciones.
4.- Sinergia entre culturas
La mezcla de cocinas asiáticas en muchas cartas, no solo chinas y japonesas, sino también con platos vietnamitas o tailandeses, un batiburrillo iniciado por los grandes chefs en sus menús degustación de cien o doscientos pavos.
¿Qué tiene esto que ver con los jóvenes? Pues, de nuevo, imitación a su bola y cierta rebeldía. Beresaluce apunta dos claves fundamentales: “El consumo es también por elementos como el street food, la comida de la calle barata y desenfadada, y por el salón manga, que ha pegado muy fuerte en varias generaciones, que han elevado a atractiva la cocina oriental, con ese concepto de puesta en escena del ritual de comer. Por ejemplo, de los cuchillos de la cocina japonesa”. O simplemente, comer con palillos y con una vajilla distinta a la occidental.

Tarta chifón al estilo japonés
Las consecuencias de la comida rápida
No hay que olvidar que muchos jóvenes se han criado en casas donde apenas se cocina, con padres y madres que desde niños les han alimentado a menudo con hamburguesas y pizzas. Y que ahora han viajado a Vietnam, Japón, Tailandia… O han probado las versiones de esas cocinas en sitios como StreetXO y otros restaurantes en boga. Para luego, pedir a Glovo las imitaciones de esos platos.
Los jóvenes buscan ese mismo modelos, esa moda, y la adaptan: pagando menos, generando una cultura propia con la que se sienten identificados de una manera amplia y, sobre todo, divirtiéndose mucho más. Y cuando los jóvenes cambian las cosas con hondura, la sociedad suele asentar las modas. Así que sigamos analizando el fenómeno, porque tras él, probablamente, haya una transformación más profunda que la de una deliciosa sopa de wontón recién servida.
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