Embrujados por las medusas metálicas que flotan bajo el techo, obra de la artista austriaca Katrin Kirk, nos dejamos seducir por la cocina sabrosa y chispeante de Óscar Molina. Una fusión personal a tres bandas entre Perú, Japón y el Mediterráneo ibicenco.
Con el paso de los años se ha convertido en una referencia de la cocina mexicana en el mundo. La cocina de Roberto Ruiz se codea sin sonrojo con la de sus colegas y compatriotas Enrique Olvera, Jorge Vallejo, Edgar Nuñez o Daniel Ovadía. Cocina mexicana de autor, cocina iberomex: el dulce fruto del encuentro.
La cocina de David Muñoz no se parece a ninguna otra y transita por caminos inéditos. Ha creado un mundo propio en el que aromas dispares encuentran la armonía. Cocina al servicio del sabor y sólo del sabor.
Hay restaurantes que nacen con un objetivo claro. De antemano, sus promotores saben perfectamente a quién quieren llegar. Son negocios que surgen para cubrir un espacio, una necesidad, un nicho de mercado…
Fusión con sentido. Esta “casa de comidas” (como reza su nombre), funciona notablemente con una desenfadada oferta de cocina fusión, con influencias de Latinoamérica y Asia, de ahí el nombre combinado de” Latasia”. En concreto, juega con sabores de Perú y de diferentes partes de Asia: India, Filipinas, Japón, China, Tailandia o Singapur, integrados en muchos casos con la cocina española, casi siempre de forma acertada. Así podemos encontrar, unos callos a la madrileña con curry rojo tailandés, un tiradito peruano de zamburiñas gallegas, un ramen japonés de cocido madrileño o unas gyozas de morcilla de Burgos.
Uno de los referentes para comer bien en Madrid. Producto de temporada escogido, cocina inmediata, elaboraciones artesanas y todo el conocimiento de un refinado gourmet: Juanjo López Bedmar.
Jesús Segura junto a su joven equipo desarrollan una singular apuesta gastronómica en la ciudad conquense, con la nueva cocina de secano como eje principal. Además del restaurante merece la pena probar la oferta de tapas en el gastrobar.
Referencia indiscutible de la cocina aragonesa, el restaurante de Carmelo Bosque, sigue apostando por la cocina de temporada y el buen producto. Durante el invierno, la trufa negra es la estrella del menú, pero el resto del año llaman la atención las novedosas combinaciones de ingredientes.
Desenfadado, joven, moderno, informal, pero con una propuesta gastronómica seria y un cuidado servicio de sala: el local que hacía falta en Burgos.
Contemplar el atardecer –copa en mano- entre palmeras, desde una colina rodeada de campos de golf con el sol poniéndose tras la isla de La Gomera, es un privilegio. Refinamiento equiparable al que encontramos en la cocina de Daniel Franco, interprete certero del espíritu japoespañol que Ricardo Sanz ha inculcado a sus pupilos.